EXTRAÑAS
Espigas espigadas
diseminadas en el
trigal;
son espigas de cebada
extrañas en su hogar.
En los brillantes
campos
antaño reinaron,
pero por las de trigo
a ellas reemplazaron.
Lloran su desgracia
entre las amapolas,
que prefieren al
trigo
y las dejan solas.
Siempre que pueden
evocan al centeno,
que era su amigo,
pero se fue lejos.
Discriminadas en los
campos,
venidas a menos,
han perdido la partida;
no las usa el
panadero.
Pero en su sabiduría
mantienen un secreto:
bien germinadas,
su néctar es
perfecto.
Es un regalo de los
dioses
que conservan en el
tiempo;
elixir de vida,
de los sueños
alimento.
Imprescindible en
verano,
acompañante de invierno,
el dorado de su
esencia
permanece en el
tiempo.
En el mar de espigas,
siempre afanada,
la hormiga acarrea
su grano de cebada.
La cigarra perezosa
siempre con su
guitarra,
descansando a la
sombra,
sin apenas hacer
nada.
Esos surcos profundos
donde el grano es
sembrado
esperando la siega,
esperando a ser
segado.
El segador trata con
mimo
al trigo zalamero,
mientras que a la
cebada
pisotea sin esmero
aun siendo esta
quien le da sustento
cuando, tras la
siega,
llega a casa
sediento.
Hicimos bastante bien
en desterrar la
cebada;
el trigo no tiene
igual,
pero brinda con su
jarra.
Cada cual saque sus
conclusiones:
el trigo se lleva la
fama,
pero quien alimenta
el alma
siempre es la cebada.
Comentarios
Publicar un comentario