EN LAS PROFUNDIDADES
En el abismo de mi
mente,
me sumerjo a bucear
sin bombonas de
oxígeno,
a ver qué puedo
encontrar.
Lo que encuentro no
me gusta,
no me identifico con
ello;
es una doctrina ajena
impuesta a degüello.
Inyectada en mis
venas
desde mi tierna
infancia,
a través de palabras
e imágenes
que prometen
abundancia.
Y que ocultan la
carencia,
además con alevosía,
de cualquier
moralidad,
que la ética
conferiría.
Bastante necesaria
en esta sociedad,
sin objetivo claro
que se deja malguiar.
Deslumbrada por el
destello
que emite el oropel
hábilmente mostrado
desde la torre de
Babel.
Torre que se mantiene
por los siglos igual;
pasan por ella los
cuerpos,
pero el pensamiento
sigue igual.
Irremediablemente
seducido
por la erótica del
poder,
filosofía absurda
que me cuesta
entender.
Aunque en sus brazos
caigo
una y otra vez,
intento zafarme de
ellos
con todo mi ser.
Reconozco que es
difícil,
terrible disyuntiva,
en la que cualquier
verdad
se vuelve utopía.
La avaricia no ayuda,
tampoco la ambición,
pero es inevitable
soñar con ser el
ganador.
Sin premio ni recompensa
obtenida por ganar,
solo la falsa
creencia
de ser especial.
La realidad es otra
disfrazada así sin
más,
que no nos conviene
ni molestarnos en
mirar.
Si miramos, vemos;
si vemos, conocemos;
si conocemos,
sabemos;
y si sabemos,
crecemos.
Aunque nos podemos
torcer,
que también es
crecimiento,
y por mucho que nos
digan,
no andamos eligiendo.
Ya lo hicieron por
nosotros
y nos hemos de
conformar.
Solo nos queda el
ladrido,
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