EN LOS ALBORES DE LA TEMPESTAD
A la sombra de las
rocas desnudas
en los albores de la
tempestad,
la soledad yace
descalza,
esperando a su
estrella fugaz.
El más triste de los
destinos,
la indiferencia de la
amistad.
Aguarda la muerte
taciturna
con su guadaña presta
a segar.
El destierro pagó su
diezmo,
el silencio es
sepulcral,
la existencia se torna
salvaje,
la decrepitud en
éxtasis total.
Llora el ángel de la
venganza
porque es obligado a
rezar,
la letanía de los
mediocres
en los albores de la
Tempestad.
Cubierta de
tinieblas,
la Diosa de la paz,
en su gloría
indecente,
que la Parca va a
salvar.
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