REFLEXIONES REFLEXIONADAS
Mi alegría y mi risa
se las lleva el
espejo
opaco y sin marco,
carente de reflejo.
Mi pena y tristeza
a ti te ofrezco,
penosa existencia
cubierta de atrezo.
Mi cariño y mi amor
no sé dónde los
tengo;
seguro que andan
de putas por el
infierno.
Mi herencia y mi dote
hace tiempo fundí
en licor amargo
para poder malvivir.
Escapando al abrazo
de la realidad,
me refugio en los
brazos
de la soledad.
Ella me acoge con
gozo,
nunca la oigo
quejarse,
escucha mis lamentos
sin intentar
marcharse.
No comprendo cómo
puede estar
tan vacía esta
sociedad,
siempre mirando su
ombligo,
ignorando a los
demás.
Triste estropicio
sibilino
disfrazado de
autenticidad,
antifaz de fariseo
respetable
y puñalada por
detrás.
En estos tiempos
modernos
donde solo hay
exhibición,
saturación de
mediocres
y talentos al
paredón.
La vanidad es
premiada
por iluminados con
poder,
reflejo insustancial
de soberbia y
altivez.
El Concilio
nauseabundo
tendrá a bien decidir
quién vale y quién
no,
a quién encumbrar o
hundir.
En estos menesteres
siempre viene bien
un padrino que
bautice,
alguien que dé fe.
Aunque él mismo no la
tenga,
eso es igual;
lo que cuenta es su
opinión,
normalmente banal.
Al rebaño le da
igual;
espera ilusionado
su comida en el
dornajo
cuan oveja en el
cercado.
¿Y entonces qué me
queda?
¿Debo mendigar?
Yo creo que ni por
esas
se me dará oportunidad.
Una vez dijo un
sabio,
¿o me lo he inventado
yo?,
que quien no tiene
dinero
no es de sí señor.
¿Y quien no tiene
cultura
y presume de doctor?
Puede ser que sea
docto,
pero en putrefacción.
Están tan impregnados
en su propio olor a estiércol,
que son incapaces de
distinguir,
cualquier aroma
fresco.
Solo les interesa
donde puedan rapiñar,
parecer ilustrados
y su palmito bien
mostrar.
Y mí solo me queda
la reflexión
reflexionar,
ahogarme en mi vómito
y abrazarme a la
soledad.
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