LA TRAICIÓN TRAICIONERA
En los albores del
tiempo,
solo eras tú,
cálida y penetrante,
de envolvente luz.
Reinabas sobre todo,
mas no había nada,
y estar acompañada
tú deseabas.
De tu vientre virgen
algo brotó;
extraña sensación
que llenaste de amor.
«¡Yo seré tu reina!
¡Tú serás mi dios!
¡Y hacia la eternidad
viajaremos los dos!».
Llena de felicidad,
así le hablaste,
y él fingió
atento escucharte.
Nunca imaginaste
ni pudiste prever
la traición traicionera
que habría de
acontecer.
A tus espaldas,
él la vida creó,
y rey de los cielos
se proclamó.
Creó la inmundicia
y la depravación;
absurdo invento:
«humanos» nos llamó.
Solo quiero adorarte
a ti y a nadie más.
Solo tú eres sagrada,
mi bella soledad.
Y muchas otras cosas
él iba creando,
y en el olvido
tú ibas entrando.
Creó montañas,
ríos y árboles.
Se mostró ufano
de que pudiesen
adorarle.
De sus monos
parlantes
estaba él satisfecho.
A su imagen y
semejanza
nos había hecho.
«¡Seréis como una
plaga!
¡La Madre Tierra
asolaréis!
¡Todo ser viviente
vosotros
aniquilareis!
»A cambio os
concederé
el don de mentir y
engañar,
que os creáis dioses
y con la gloria
soñar.
»Cizaña entre
vosotros
yo he de sembrar,
y la discordia
hará lo demás.
»Nombraréis reyes
que os gobernarán,
y vasallos seréis
todos los demás.
»Y aquel que ose
por sí mismo pensar
desterrado será
con la soledad.
Solo quiero adorarte
a ti y a nadie más.
Solo tú eres sagrada,
mi bella soledad.
Y así fue como
te cogieron miedo,
a base de argucias
disfrazadas de cielo.
Los llamados humanos
nos fuimos
multiplicando,
y todo lo sagrado
lo fuimos arrasando.
Nos creímos sabios,
nos vimos con poder
de avasallar al
semejante
y su vida poseer.
Esclavizamos y matamos
en nombre de cualquier dios,
en busca de la
quimera,
de la salvación.
Reyes analfabetos,
sacerdotes ateos,
pueblo cínico,
hermandad de
fariseos.
Transcendiendo al
tiempo,
hemos ido aprendiendo
a disfrazar de verdad
lo que ha ido sucediendo.
Por necesidad nos juntamos;
a los conejos asemejados,
a la bella soledad
hemos ido asesinando.
Atravesando muchas
edades,
hasta hoy hemos
llegado.
Todo sigue igual;
nada ha cambiado.
Yo solo quiero adorarte,
a ti y a nadie más.
Solo tú eres sagrada,
mi bella soledad.
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