DIVAGACIÓN 18
Un
vecino tiene un perro.
No sé
de dónde lo sacó.
Yo
antaño tuve mascota,
pero,
de mí, presta se alejó.
El
chucho se pasea.
Sale
cada dos por tres
con
el can de la correa.
¡Mala
ruina le dé!
Yo
sigo preso tras la reja
sin
poderla ni una vez saltar,
pues
llega del suelo al techo,
y el
susodicho venga a pasear.
Me
doy miedo a mí mismo;
yo a
casi nadie deseé nunca mal.
¿En
qué me estoy convirtiendo?,
¿en
una persona normal?
Se
produce el milagro:
alguien
mi plegaria ha escuchado.
Un
coche pisa un charco
y el sujeto acaba empapado.
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